Nuestros y nuestras estudiantes en el mundo contemporáneo están expuestos y ex-puestas de manera permanente a una concepción del mundo en la cual la publicidad y la conquista del mercado sustituye procesos de la vida y de la felicidad por un mundo de consumismo y de la “comodidad”. Por otro lado, el teoricismo y el academicismo presente en la cultura escolar heredada de un concepto de claustro con poco hacer, presenta la separación del trabajo intelectual del manual, inclusive despreciando a este último como de poca importancia e inferior. En la división social del trabajo propia del modelo capitalista, esto tiene una intencionalidad de dominación. Es así como, por ejemplo, un o una docente de castellano que se le invita a sembrar en la escuela, alega “mi titulo no dice agricultor”, “Yo me sudé mucho en la universidad para llenarme las manos de tierra”.
El proceso de transformación curricular se propone vincular de manera permanente y en todas las áreas de formación EL ESTUDIO CON EL TRABAJO. Como expresó el maestro Luis beltrán Prieto, “el trabajo debe regular la labor docente, debe ser el principio que norma toda la vida de la escuela”, lo práctico con lo teórico, el hacer con el saber. Crear en nuestros y nuestras estudiantes un sentimiento de dignidad en el trabajo, no sólo no despreciarlo, sino valorarlo en su dimensión social y en el desarrollo pleno de la personalidad, que con toda seguridad generará verdadera felicidad.
Así mismo, una escuela productiva es aquella que permite en sus estudiantes su desarrollo creativo y productivo. No consume saberes, los crea, construye y produce. En todas las áreas de formación se hace necesario que se vincule la educación con la producción,
FORMAR PRODUCIENDO, PRODUCIR FORMANDO.
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